Neradas

Compartir neros. Istmos de complicidad entre amigos que definen situaciones o personas según el momento.
Todo vale para esta palabra que no está en el diccionario.

J.E.

lunes, 2 de junio de 2008

Supervivencia


Cuando perdió al último de sus seres queridos no le quedó nada por hacer, ni los libros de yoga que la apasionaban antes, ni los fármacos que le recetaron después, dejaban poso en ella. Ningún Nirvana podía suavizar aquellas ausencias.
Primero llegó el insomnio, y con él, la indefinición entre el día y la noche. Después la ansiedad, la gordura tras la medicación, el desasosiego de visitar endocrinos, médicos y naturistas, y la sensación de caminar por senderos que no la conducían a ninguna parte.
Tras esa peregrinación decidió refugiarse en casa y buscar alivio en la televisión. Quedó atrapada de inmediato en un veinticuatro horas de ocultismo y videncia. Llegó a conocer por sus nombres y caras a todos los tarotistas, eran como una nueva familia y hasta estableció sus preferencias y afinidades aunque nunca contactara con ellos. Le bastaban las experiencias de los demás consultores, así fue como descubrió que su vida no sólo era esa que estaba viviendo, sino una infinidad de transformaciones que su alma había hecho a lo largo de los siglos. Y entonces, su carga le pareció menor, tan solo se trataba de asumir la reencarnación que le había tocado en suerte. Debía resolver problemas a través del sufrimiento, se trataba de eso y nada más, así de intrascendente podía llegar a ser la vida. Llenó la casa de velas y realizó cuantos conjuros predicaron los tiradores de cartas, contra lo que fuera y también para conseguir cualquier cosa, pero nada apaciguaba su infelicidad. Con el tiempo reconoció que todo seguía dándole igual, no deseaba nada en concreto.
Vacío de contenido cualquier espacio en el que se moviese decidió adelantar su recorrido final, ese largo pasillo hacia la luz que la conduciría hacia otra nueva vida. Planeó su propia muerte. Y tras varios intentos de suicidio, la familia lejana, aquella que aún le quedaba a pesar de los años y que no estaba dispuesta a hacerse cargo de la situación, decidió internarla. Ella, consciente de lo que pasaba se sometió sin un ápice de rebeldía, casi que con alivio a esa plácida reclusión. Y fue una paciente modélica hasta el día, en que al abrir la puerta de su habitación, encontraron junto a ella el cadáver de una enfermera. Cuando fue interrogada, contestó:

“Creo en la reencarnación como podría creer en cualquier otra cosa, en algo hay que creer, así que ya que todo es mentira o todo es verdad según desde el lado en que se mire, puedo fantasear o confirmar esta teoría. Tengo un hermano que en otra vida seguro fue mi marido y en otra anterior mi hijo y en otra más anterior todavía un gran amigo. También tengo un gran amigo que en mi anterior vida fue mi amante y en otra más anterior mi hermano. El caso es que mi marido, me acaba de llamar, y no sé por qué razón, por su voz se me ha revelado que fue mi abuelo en una transmutación anterior, así que le he dicho “¡yayito!”, y se ha enfadado conmigo colgándome sin más. Mi hijo, que es una reencarnación del primer gato que tuve, sigue echándose junto a mí para que lo acaricie cada noche, poder ronronear a mi lado y dormir repantigado delante de la ventana que deja abierta para poder marcharse cuando quiera. También en la etapa que fui hombre, mi hija fue mi mujer, y por eso ahora, discutimos tanto, y nos atraemos tanto, queramos admitirlo o no. Mis padres, que siempre fueron mis padres, en todas las vidas, me han educado muy bien. Todas las mañanas me tomo las pastillas, la rosa, la verde, la roja y la amarilla antes de desayunar, no me salto ningún color, y debo reconocer que me sientan estupendamente, porque durante el día suelo olvidar todo esto y puedo tratar a cada cual dentro de la clínica como le corresponde, poner a cada uno en su lugar. Sin embargo, a partir de las cinco de la tarde, hora de toreros, de té, de salida del colegio de los niños, de 2ª dosis de pastillas y del programa de radio que más me gusta, vuelvo a estar lúcida y mágica, y veo pasar y repaso todas mis vidas. Después, finjo tomar esa 2ª dosis, pero no lo hago, porque a continuación, vienen las visitas, y quiero estar normal para ellas. No vienen todos a la vez, menos mal, pero aún así yo los recibo por igual en el mismo sitio de siempre, no quiero que ninguno se sienta discriminado, ni superior ni inferior, no tendría sentido, pues todos han sido los mismos pero con distintas formas en todas las reencarnaciones. Los recibo en el jardín que comparto con otros inquilinos de este sanatorio, que es ahora mi nueva casa. Los médicos son mis criados de antaño, pero transformados, y también vasallos de mi ejército cuando mi gran amigo fue Atila. Un día a la semana tengo revisión, y me observan, lo sé y no me importa, no me importa ver en sus caras estupor, ni que incrementen mi número de pastillas tras cada encuentro, porque eso me indica que la nueva vida no está muy lejos y me estimula para aguantar ésta, que creo es la menos bonita de todas, bueno, ni bonita, ni fea, es extraña, pero como tengo que pasar todos los ciclos, éste sé que no volverá…
Esta mañana me han pinchado algo, me ha dado tanto sueño que durante un momento he vuelto a mi vida anterior, cuando estaba en mi casa y mi marido que era mi abuelo me preguntaba por qué hacía esto o aquello, y mi hermano que era mi marido me daba de comer cuando tenía regresiones y mi amigo que fue mi amante lloraba cuando le decía que por qué me engañaban todos, y mi hijo que era mi gato se marchaba por la ventana.
Por cierto, ¿qué era lo que me habían preguntado?"
J.E.

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