Neradas

Compartir neros. Istmos de complicidad entre amigos que definen situaciones o personas según el momento.
Todo vale para esta palabra que no está en el diccionario.

J.E.

viernes, 13 de junio de 2008

Spray


Spray. Así se llamaba su página, y de la definición que daba wikipedia había hecho la suya propia, y para mí, un poco la de cualquier ser humano: "Envase de algunos líquidos mezclados con un gas a presión, de manera que al oprimir una válvula sale el líquido pulverizado". Él era eso, como yo, como todos. Un mero envase que al ser sometido a presión, acababa por pulverizarse. ¿No estábamos todos algo pulverizados?, unos más que otros, claro, pero, ¿qué porcentaje de pulverización tenía cada uno y en función de qué?, ¿qué hacía que ganase la parte compacta a la pulverizada?, ¿qué acontecimientos provocaban que esa válvula entrara en acción? Eran preguntas que solía hacerme constantemente sin respuesta y que al parecer, alguien a quién seguramente si no fuera a través de la red nunca hubiese conocido barajaba estos mismos pensamientos. Me intrigó y entré a conocerlo.

Me dijo que venía de un planeta llamado "desmemoria" y me cautivó de inmediato. Junto a esa afirmación aparecía una foto y un vídeo de presentación con algunas de sus teorías en las que decía estar trabajando. Me sorprendí porque su físico de rasgos afilados que podrían dibujarse prácticamente en una línea, parecían repetir el mío, era como ese doble que dicen tenemos todos pero en el ciberespacio, ese macromundo tierra de todos y de nadie, que me atrapaba cada día más temprano y me hacía trasnochar cada vez hasta más tarde. Nunca me lo había planteado así, pero ese aspecto atípico que ambos teníamos era realmente como salido de aquél planeta del que decía proceder y que sólo con nombrarlo quedaba descrito.
Unos ojos que soñaban sin mirar, perdidos más allá de la pantalla, unos labios pronunciados detenidos en mitad de una frase o de un sí a secas y una nariz prominente sobre la meseta lunar de un rostro plagado de pequeños cráteres, eran su otra definición y también la mía: Esa expresión ausente, mezcla de hola y adiós incrédulo y de un "me da igual" infinito que no podía dejar de mirar cada vez que entraba en esa dimensión suya y ahora también mía, esa especie de espejo que había encontrado al otro lado del plasma.
El vídeo mostraba un cuerpo frágil en actitud vaga ante un muro grafiteado en cualquier ciudad. Con andares cansados y lentitud etérea arrastraba un dedo por la pared mientras con voz grave planteaba una de sus hipótesis surrealistas. Atrapó mis energías de inmediato en una sola mirada y, sin embargo, no era la primera vez que sentía esto. Tras este descubrimiento momentáneo, me di cuenta de que él era alguien a quien yo había conocido mucho antes, pero todavía no sabía dónde, ni quién podía ser.

Y la curiosidad por el misterio que encerraba ese personaje fue mi perdición. Mi aspiración no consistía en desvelar su verdadera procedencia sino aquella otra que, día tras día, creaba o reinventaba como una pócima de encantamiento hecha a base de teorías descabelladas y absurdas. Sus planteamientos no eran activos ni estáticos, simplemente pretendían afiliación. Pulverización. Una pulverización incondicional que yo todavía no alcanzaba a comprender, pretendía establecer una asociación cerebral de ideas. Desde una base de operaciones callada y quieta, iba calando en los distintos campos sensoriales de aquellos links de los que se rodeaba y que a la vez dominaba, entre ellos, el mío. Una tela de araña que tejía minuciosamente a su alrededor, y en el que había establecido su reino particular donde atrapaba adeptos y también a extraños, que intrigados como yo, quedaban imantados en su superficie.

Cada mañana, cosas de su planeta invadían esa página anhelada. La gente capturada, como yo, no podía despegarse de esa red invisible donde la intrusión del mundo fantástico en el real dejaba atrapado e inquieto para el resto de cualquier jornada. Decía con la parsimonia de la que era capaz, y ésta era mucha, que en su planeta la gente carecía de preocupaciones. Éste no tenía ni principio ni fin, tampoco tiempo, porque sólo existía el momento, único concepto que barajaba. Al no existir dimensiones espaciales ni temporales, no existía el sufrimiento ni la incertidumbre. Todo era lo que era, un todo conformado sólo por sentimientos y sensaciones. No había historia y por tanto no existían los hechos, sólo las circunstancias. La gente aparecía o desaparecía sin más explicación y sin más curiosidad por parte de los demás, simplemente, ya no estaba. Ausente el concepto muerte tampoco se conocía el del nacimiento y sólo el verbo estar aparecía en sus breves vocabularios. No hacían falta demasiadas palabras para expresar esos sentimientos y sensaciones pues ambos carecían de definición y por tanto de diccionario. Los hombres era un mismo hombre y eran a su vez miles y miles, incalculables conjuntos de átomos dispersos por el planeta, cuya acumulación o disgregación producían esa aparición o desaparición de la que antes hablaba.
Tal cúmulo de invenciones formaban parte de las que yo siempre había pensado. Su código de amigos se reducía a uno solo, según su teoría del reflejo, es decir, que cada persona era un reflejo de otra igual, y de otra y de otra, como las imágenes proyectadas en espejos paralelos. Y eso quería yo, pertenecer a ese código unitario, a esa inmortalidad placentera de la que ya no pude apartarme ni un segundo.

Así fue como quedé pegado a mi silla de ordenador desatendiendo lo demás. Incluso, en algún momento, llegué a creer que ese planeta también era el mío y que mi realidad anterior a esa sucesión de momentos internauticos sólo había sido una fantasía, una ensoñación en el tiempo cuando todavía existía ese concepto, todo el tiempo hecho de momentos en esos años en los que había vivido sin conocerlo.
Me habló de un proyecto y entré en él de lleno sin demasiadas preguntas. Se trataba de crear una realidad paralela que fundiese la suya y la terrestre y llegar así a un grado superior de existencia sólo comparable al de los dioses de la mitología griega o romana, esos que sentaron las bases de este mundo de humanos mediocres. Pero nosotros, llegados a esa plenitud, en vez del castigo como lo hicieron aquellos vengadores del bien y del mal, sentaríamos las bases a través del conocimiento y la tolerancia.

Para poder llevarlo a cabo me dijo que habría que empezar por desdoblar a cada hombre en un símil de sí mismo pero desde un inicio "0" que iría llenándose poco a poco de nuevas versiones de lo real y lo auténtico en la vida. Me confesó que había iniciado un experimento conmigo y que dados los buenos resultados obtenidos por mi parte, ya era el momento de intentarlo poco a poco con otros. Estaba claro que los dos solos no podíamos acometer esta hazaña, y que una de nuestras primeras labores sería formar un equipo de gente que elegiríamos y que serían expertos en determinadas disciplinas aún por investigar. El desdoblamiento se haría por la noche aprovechando el sueño y en esa primera etapa REM sería donde cada uno de esos hombres estaría a su vez despierto en otro lugar aprendiendo las bases para el nuevo mundo.
Y yo, contagiado o convertido en uno de esos otros, no hacía más que trabajar para dar vida al planeta de nunca jamás. Afortunadamente vivía con mis padres y podía permitirme andar la mayor parte del día en la luna orbitando a ese ser que era el único que giraba sobre sí mismo y alrededor de algo que todavía no alcanzaba a comprender.

Comenzamos a reclutar gente, en primer lugar bajo un sólo criterio, después añadiríamos más, pero la condición imprescindible y de carácter eliminatorio era la marginalidad mental, esa característica de la que muy pocos seres estaban dotados y de la única por la que se podía empezar a hacer algo. La marginalidad consistía en poseer individualidad creadora, mente solitaria, ambigüedad hacia las cosas, y capacidad para pensar, analizar e inventar lo inexistente. Lo único que tenían que hacer era crear a partir de la nada, sin referencias ni orientaciones. Debían extirpar la realidad que llevaban dentro. Se necesitará más de una vida para lograrlo, me dijo, pero de eso se ocuparán ellos, nosotros sólo seremos responsables de la primera generación. Una vez reclutados veremos qué sabe hacer mejor cada uno y exaltaremos esa parte para que puedan enseñarla. Extraña sociedad saldrá de aquí pensaba yo, pero me gustaba la idea y la desfachatez de creer en ella como si fuese posible llevarla a cabo.

En primer lugar había que celebrar una asamblea general de ideas sin orden del día ni presidencia, pero ¿cómo y dónde? Decidimos crear un blog que haría las combinaciones precisas entre el mundo físico y el virtual, había que sacarle partido a esa generación del "yo", del ego a compartir fuera de la realidad de cada uno y que se expandía como lava caliente en esa sociedad sin fronteras llamada internauta, y así aportar hasta la información más perdida que existiese en el planeta tierra. Sabíamos de cincuenta personas en el mundo que eran superdotadas sobrenaturales. Les pedimos ayuda, ellos podían aprender un idioma en una semana y hacer cualquier cálculo matemático en segundos, si ellos se mostraran interesados además de ayudar, tendríamos gran parte del camino hecho.

De ese blog, nació la asamblea de contacto físico que se celebró en el "Café Ciencia" ubicado en la Mitad del Mundo, latitud 0o-0o-0o, al pie del monumento Equinoccial levantado quince kilómetros al norte de la ciudad de Quito, Ecuador. Cuando nos vimos por primera vez, éramos todos iguales e inmediatamente, el grupo se deshizo.
J.E.

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