Neradas

Compartir neros. Istmos de complicidad entre amigos que definen situaciones o personas según el momento.
Todo vale para esta palabra que no está en el diccionario.

J.E.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Caballitos de mar



Dibujó caballitos de mar y en cada curva veía eses de silencio, de bombeo. Dibujó muchos, primero diez en fila india, después otros diez y así hasta que completó la hoja. Entonces corrió hacia el baño y llenó la pila de agua, después sumergió la hoja de papel con todos sus caballitos y corrió a cenar, su madre lo había llamado varias veces. Nadad tranquilos que ahora vengo, les dijo cerrando la puerta con sigilo. El agua comenzó a negrear en su ausencia, los caballitos iban desapareciendo en su bombeo de uno en uno, de dos en dos, algunos en grupo. Cuando el niño volvió para jugar con ellos comprobó con horror que habían desaparecido bajo un agua negra y sucia, le daba miedo, pero metió las manos en el negror para recuperarlos. Al sacar la hoja del agua lloró al ver que se le quedaba pegada entre los dedos. Después, poco a poco, fue notando que se alegraba y en su mente fueron apareciendo nuevos caballos, pero éstos eran de tierra: salvajes, libres fuera del papel, relucientes en el viento, asilvestrados, corriendo majestuosos por una selva infinita que acababa de revelársele entre las velas de su tarta de cumpleaños.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Bailar boca abajo



Y el domingo 25 de diciembre bailaré del revés todo lo que no bailé del derecho. Los demás lo harán así pero yo necesitaré un revés para poder bailar. Más rápido, más rápido, no lo pienses, pensaré, y cuanto más piense más despacio me moveré, pero eso sí con las manos en el suelo y los pies moviéndose en el aire, tocándolo todo, y otras certezas llegarán a mi cabeza llena de sangre contenida, repleta entre los ojos y la boca.

lunes, 19 de diciembre de 2011

No hubo acuerdo



No hubo acuerdo, por más que pelearon, gritaron, se arrojaron cosas, no hubo acuerdo, ¿y por qué necesitaban tanto ese acuerdo si con haberse ido unos por un lado y otros por otro ya hubiese sido suficiente? Pues porque se necesitaban. Los unos sin los otros, no eran nadie, y la lucha que llevaban los ayudaba a mantenerse vivos, a pensar que todavía merecía la pena algo por lo que luchar. Desde todas partes les decían que ya nada tenía remedio, y unos y otros eran perjudicados, aunque unos en menos medida que otros. Así que con la lucha, todavía mantenían la ilusión de que unos, eran más importantes que otros. Lo creían de verdad, de lo contrario no estarían luchando. Pasó un camión de la basura y comenzó a recogerlos uno a uno con sus grandes pinzas, los metió en la trituradora, y allá que se juntaron todos. El camión siguió avanzando, por el camino recogía animales, trastos sueltos, coches, barandas de balcones. Cuando llegó al final de la ciudad se juntó con sus cómplices: las grúas, que por su parte habían recogido todo tipo de edificios y también los habían juntado y allí, todo en un montón preparado para la gran merienda, quedaron aparcadas las máquinas a la espera de nuevas órdenes. Poco después llegó avanzando por el camino, pesadamente, una trituradora gigantesca. El control remoto lo llevaban desde arriba, en el planeta Mierda, que ahora había aumentado su población con los últimos indignados del planeta Tierra, que escondidos entre las montañas habían aguantado hasta el final, hasta que con la última nave revisadora decidieron entregarse y empezar otra nueva vida, aunque fuese como esclavos también. Por lo menos cambiaban de aire, a lo mejor esos dirigentes del planeta Mierda, eran menos horribles que los de la Tierra, a lo mejor con tener una misión, lo demás, el tiempo libre posterior, era para ellos, a lo mejor no tenían que trabajar a cambio de nada y por lo menos conseguían la eternidad o un cuerpo robot para no deteriorarse. Llegó la apisonadora gigantesca, redujo a polvo la gran montaña de cosas y hombres inservibles, todo, y dos grandes haces de luz absorbieron a las máquinas. Misión cumplida. El planeta Tierra pasaba desde ese momento a la Historia.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Cena de Navidad: Ex-alumnos del "García Lorca" (3)




Antes de salir hacia la cena, el cantautor había decidido que debía insonorizar su casa. No debía dejar de ensayar, aunque a veces se preguntaba para qué. Por la calle, camino del bar donde se reunirían, pensó en qué les contaría que había hecho él en todos esos años en que no se habían visto. Quizá ellos habrían conseguido lo que deseaban. Bueno, su equipo de trabajadores estaban contentos con él. Sus obras hacían felices a los demás. Y qué mejor para componer letras que escaleras altas, monos y trabajo manual. Vale, sí, contaría su historial de obrero aunque haciendo incapié en que sin dejar de cantar y hacer algún bolo por aquí y por allá. Cuando dio la vuelta a la esquina, comprobó que era el último. Ya estaban todos sentados. Qué mayores estaban, viejecetes, pero bueno, qué gracia, los gestos de cada uno eran los mismos. A pesar de no llevar las gafas y no distinguirlos bien, sabía perfectamente, quién era cada uno. ¿Lo reconocerían a él por lo mismo, por su gestos y no por sus facciones?, ¿carne por fuera y esencia por dentro? Vio al camarero salir del local y dirigirse a una mesa de la terraza. Era un chaval muy joven, cuánta vida por delante para desaprovechar, aunque al final acabaría como ellos, bueno, como todos, la vida acaba unificando. Qué pensaría ser y en qué terminaría...




El clima fue animándose, con la segunda ronda de vino, todos parecían alegres, y seguramente lo estaban, habían comprobado que la vida era igual para unos y otros, que las decepciones eran colectivas y eso les daba ánimos. Decidieron más encuentros y esta vez sería en las casas de cada uno. El camarero los invitó a una ronda de chupitos. Cuando se levantaron, el cantautor se dirigió hacia los servicios. En la pared del pasillo, una foto del camarero con otros jóvenes y sus instrumentos: "Los sin ná" decía en la batería. Sacudió la cabeza como para sacarse esa imagen de dentro. Abrió la puerta del lavabo, escuchaba las voces de sus compañeros fuera. Se echó agua en la cara varias veces, se miró al espejo con las gotas resbalándole por las mejillas, echó agua también a la imagen del espejo, y se dispuso a salir para las despedidas.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Cena de Navidad: Ex-alumnos del "García Lorca" (2)



La limpiadora de oficinas se avergonzaba un poco de ello antes de llegar, pensaba que los demás habrían triunfado, esperaba halagos y aspavientos entre ellos, o por lo menos, hacia el que hubiese llegado más lejos, pero ninguno estaba donde pensó. Y a ella le llenaba su trabajo. Por lo menos no estaba en casa limpiando mocos a los niños ni aguantando la falta de tiempo de su marido. Limpiar oficinas no estaba mal. Esas salas vacías a primera hora de la mañana con los ordenadores apagados como miles de ojos negros, esas papeleras llenas de papeles rotos, papeles que ya no eran importantes y que ella vaciaba en la gran bolsa de basura unificadora de todo. Mira al arquitecto; jaulas, eso fabrica, jaulas para pájaros presos. Muy bonitas, sí, el último grito, como edificios de verjas pero con barrotes y puertecitas. También está la médico exótica, muriéndose de asco en el consultorio de los hipocondríacos del barrio. El reportero es poli, pobre. El cantautor, obrero a domicilio y en negro... Sí, ella no estaba tan mal.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Cena de Navidad: Ex-alumnos del "García Lorca" (1)




Esperaba tanto de aquél encuentro, y fue tan denso. De tanto espesor, quedó etérea sobrevolando lo que ocurría a su alrededor sin poder entrar en ello. Todos colocados alrededor de la mesa. Los platos y cubiertos alineados, el mantel con las arrugas todavía de lo nuevo y los comensales, tan viejos ya. Aquellos compañeros de clase que antaño eran niños malos, buenos y regular. Ahora las vidas de cada uno habían girado como las agujas de un reloj pero al revés. Nadie había logrado ser lo que había planeado. Los arquitectos futuros, ahora construían objetos de poca monta. La exploradora limpiaba oficinas por la mañana y su casa por la noche. El reportero escribía poemas entre los informes policiales de turno. El cantautor tenía un grupo de persianeros y albañiles que ejecutaban obras a domicilio y ella, esa futuro médico en el tercer mundo, tratando pacientes indisciplinados del centro de salud del casco viejo de la ciudad.

martes, 13 de diciembre de 2011

Enamoramiento



Dibujó círculos concéntricos, se metió en ellos, giró y giró y llegó a un lugar azul entre niebla cinematográfica, farolas de tenue luz amarilla y colgajos de tela de raso. Espirales de espuma daban vueltas y salpicaban de blanco pequeñas partículas que se adhirieron a su pelo. Las tocó pero se disolvieron entre sus dedos como el aire. El resto de la sala estaba oculta, solo los círculos de las bombillas que en el suelo temblaban. Puso los pies en dos de los círculos, quedó con las piernas abiertas, abrió a su vez los brazos e inclinó la cabeza hacia arriba. De pronto, un haz de luz cubría su cabeza, y también su cuerpo, era como una nave espacial que trataba de examinarlo. No había seres extraños, solo él y las luces, esos haces de luz que le hicieron pensar había sido abducido. Caricias desusadas notó entre sus dedos, seres etéreos que no podía ver pero sentía, salones de baile giraban a su alrededor apagándose y encendiéndose. Danzas de aire y luz, palacios de arena que cambiaban de sitio según el momento como las dunas del desierto. Corrientes internas subían y bajaban por su cuerpo. Se había hecho líquido y por eso ahora, transparente, fluía por ese veinticuatro de noviembre recién estrenado como el día de su nacimiento, y ajeno a todos los noviembres y a todos los veinticuatros, alguien corrió la voz de que un ser líquido esperaba en la sala de los círculos concéntricos. Otros seres se acercaron curiosos desde todas partes, todos aquellos que habían dibujado círculos concéntricos como él y habían entrado en ellos. Fue el momento del reconocimiento, y aunque empezaron a llegar, de uno en uno, de diez en diez, de veinticuatro en veinticuatro, de mil en mil, y de millón en millón. Ella llegó única. Única.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Confesiones...



Descorrieron las cortinas y todo quedó abierto, aquél recinto claustrofóbico dejaba escapar alientos y susurros, confesiones que volcadas en un momento de intimidad, ahora caían con el viento hacia el asfalto. Frases cayendo y estrellándose contra el suelo, contra las fachadas de los edificios de enfrente, arremolinándose en círculos y deshaciéndose entre los rincones. Los objetos de la casa, asustados, intentaban atrapar lo poco que iba quedando. Una lámpara detuvo el elogio que corría tras un insulto y el sofá puso entre sus cojines, escondidos, los disimulos sueltos. Todo menos el silencio. Peatones miraban hacia arriba viendo caer las frases, las esperaban y las recogían; Algunas servían, otras en cambio no, conforme se armaba el significado echaban a correr despavoridos. Cuando las cortinas volvieron a su sitio, las frases quedaron fuera; los rencores continuaban enroscados dentro.