Neradas

Compartir neros. Istmos de complicidad entre amigos que definen situaciones o personas según el momento.
Todo vale para esta palabra que no está en el diccionario.

J.E.

domingo, 25 de mayo de 2008

El ojo en la aguja


Un brazo, mi brazo. El puño apretado y la cinta de goma estrangulando el antebrazo. Una aguja penetrando sin piedad empujada por una mano, mi mano, la más letal de las armas. El dolor metálico me contrae. Mientras el fino acero invade, la obstinación y el coraje retroceden, pero me digo. ¿Por qué no?, es tan fácil... Quiero ser consciente de mi cuerpo antes de que todo ocurra. De mi mente también. De esta voz que me habla, mi voz. Colocado frente al espejo me espío y ya no estoy sólo, otro que ya no soy yo repite todos mis movimientos pero desde la otra parte, la que no se ve, la que todos llevamos dentro. Sólo los espejos conocen esa parte. Como vampiros, se alimentan de todo aquél incauto que se acerca a ellos, que por muy despacio que lo haga, por poco que se asome, queda atrapado al otro lado de sí mismo, en el enigma de su revés invirtiendo el sentido de las cosas. Así, si estás gozando de este mundo, pasas a sufrir los tormentos del infierno y si sufres de tormento puedes encontrar el goce, ver que no eres tú el que sufre sino el otro, ese espectro de ti que te observa. Quizá cuando me aparte del espejo mi brazo ya no sea mi brazo y esa aguja que empuja mi mano no sea aguja sino espina y mis venas no sean más que piel de rosa y mi mano no empuje sino sólo apriete. Ese que habita en el espejo me habla sin voz, sólo mueve los labios, pero yo entiendo sus órdenes a la perfección y me dice que me detenga. Me está engañando, quiere destruirme, sabe que si no hago lo que tengo que hacer, ese cadáver se volverá contra mí, hablará con su cuerpo y probará que fui yo quien lo maté.
Mi última voluntad se ha cumplido. Está de cuerpo presente. ¡Cuantas veces lo dije!, "de saber que voy a morir, me gustaría saber lo que se siente al matar". Cuantos me oyeron se escandalizaron, si, quizá buscaba eso, escandalizar o ¿realmente la broma encerraba parte de verdad?, no lo sé, sencillamente era una fantasía, una falacia de esas que uno comenta por comentar, por resultar original, por salirse de la norma o provocar. Nunca pensé que esa tontería llegaría a materializarse en mi mente con todo tipo de detalles. Esa idea secuestró mi cerebro, lo convirtió en un rehén de zulo en el que no quedaba espacio para pensar en la propia muerte y sin una cosa no podía darse la otra.
No sé por qué le tocó a él. Dos años trabajando juntos no nos habían acercado mucho pero tampoco lo odiaba, simplemente me era indiferente. Lo invité a cenar. No tenía nada planeado. Lo vi de espaldas frente a la ventana abierta, el viento le había vuelto la corbata del revés y ahora quedaba flotando en el aire como una horca de la que su cuello no quería escapar, pero necesitaba la complicidad de un verdugo. Esa visión fue la voz, el reclamo que se impuso a mi voluntad. Uno de mis pensamientos emancipados aprovechó para ponerse al frente de los demás y dirigió la acción. Una vuelta alrededor de la garganta y ya está, esa corbata hacía realidad el torrente de fantasías que había ocupado mi cabeza en los últimos tiempos. Después, ya podría dedicarme a mi propia muerte.
Miro hacia el suelo y ahí está, tumbado, inerte, quién lo diría, hace unos minutos miraba a través de una ventana y ahora.... No da miedo, en unos segundos me iré con él. No importa lo que diga el ser que habita en el espejo.

J.E.

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