Neradas

Compartir neros. Istmos de complicidad entre amigos que definen situaciones o personas según el momento.
Todo vale para esta palabra que no está en el diccionario.

J.E.

martes, 16 de septiembre de 2008

Casualidades




















El dibujante paseaba por las afueras de la ciudad con tres posits pintados ocultos en el bolsillo de su chaqueta. Iba en busca de unos personajes que, de la realidad al trazo y del trazo a la realidad, habían cobrado vida propia, y ahora lo acosaban en su mente. Tenía que darles otra salida, engrandecerlos, colocarlos en la pared de una medianera por la que pasaría cada día, y así dar por terminada esa obra y dedicarse a otra cosa, pero antes debía encontrarlos y pedirles permiso. La última vez que vio a la chica de la barra del “Futuro”, fue por allí, en una terraza de un café en el que coincidieron. Ella escribía en un bloc de dibujo como en un diario, y decía en él que el hombre del sombrero, -el otro personaje de la historia que lo obsesionaba-, también deambulaba por esos barrios. Y ahora, al descubrir a este último en la portada de un periódico, había decidido buscarlos y presentarse a ellos; hablarles de las casualidades y las elecciones, de esos hilos que nos mueven sin darnos cuenta desde no sé dónde; decirles que los había dibujado primero por separado y después juntos sin que ellos lo hubiesen visto, y que sus figuras alargadas y meditabundas lo perseguían sin cesar. Que sabía que había llegado el momento en que tenía que hacer algo porque eran demasiadas casualidades. Que era una idea ridícula, desconcertante, pero que lo había tenido en estado de vigilia noche tras noche y sueño tras sueño, traspuesto hasta haberse animado a ello. Que desde esa tarde en que ella, la chica que nunca parecía esperar a nadie, y el otro cliente fijo del “Futuro”: el hombre del sombrero, -asiduos a horas distintas-, coincidieron en la barra del bar y los dibujó juntos no había podido dejar de pensar en ellos. Que el aspecto de ambos, cada uno en una esquina, absortos en sus pensamientos, como una fotocopia el uno del otro, se había materializado en los mejores retratos de su vida.
Cabizbajo y con las manos en el bolsillo rozando sus dibujos, recibió un empujón contra la pared. Un individuo intentó quitarle todo lo que llevaba encima y lo devolvió de golpe a esa otra realidad, la del día a día de la que él huía constantemente. Con un movimiento rápido y desesperado, estrujó los dibujos -su único tesoro- contra uno de los buzones abandonados con los que se dio de bruces en la embestida del atracador. Lo que él no sabía todavía es que las casualidades acababan de empezar en ese momento...

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